Navegando por Facebox que desde hace mucho se llama ahora Netlog, me conseguí un texto escrito por Nathaly Graterol, alias x_MaY_PuPiS_x, acerca de Lucifer y errores de traducción de la Biblia al respecto. Me he tomado la indebida libertad de publicarlo:
¿Quién es Lucifer?
Prácticamente, la serpiente que se muerde la cola
Antes hablemos de Lucifer.
Muchas tradiciones antiguas dictan que antes de su caída, Satán era conocido con el nombre de Lucifer. Tomemos el extremo del hilo de esta reseña, la palabra Lucifer se encuentra por primera vez en la Biblia en Isaías 14:12, y versa más o menos así: "¡Cómo caíste del cielo, OH Lucifer, hijo de la mañana!. Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo". Este párrafo presenta un pequeño problema para los cristianos que automáticamente relacionan la palabra Lucifer con el demonio, y representa un gran misterio para los estudiosos de textos antiguos. En principio Lucifer es un nombre latino, pero ¿cómo puede un nombre latino como Lucifer aparecer en un texto hebreo de esa antigüedad cuando el primero no se había ni inventado? La respuesta se encuentra en el antiguo testamento que Marción rechazó. Esta primera versión del antiguo testamento es el denominado versión de los "Setenta" o "Alejandrina" -el nombre de "Setenta" se debe a que la tradición judía atribuye su traducción a 70 sabios y "Alejandrina" por haber sido hecha en Alejandría y ser usada por los judíos de lengua griega en vez del texto hebreo-. Esta traducción se hizo para la lectura en las Sinagogas de la "diáspora", comunidades judías fuera de Palestina, y quizá también para dar a conocer la Biblia a los paganos. Su redacción se inició en el siglo III a.C. (250 a.C.) y se concluyó al final del siglo II a.C. (105 a.C.) y hasta ese momento el capítulo catorce de Isaías no era acerca de la caída de Satán, sino de la caída de un rey Babilónico, el cual durante su gobierno fue perseguido por el pueblo de Israel conocido como Helal, hijo de Shahar. El pasaje en hebreo se le "heleyl, ben shachar" cuya traducción literal seria "el que brilla, el hijo del amanecer". El nombre evoca el resplandor y fastuosidad con la cual el rey vestía junto con su corte (tal como el rey de Francia Luis XIV fue llamado el rey sol). El traductor original de la Biblia tomó el término más cercano al original hebreo heleyl, ben shachar para traducir al griego heosphoros "Portador de luz". En respuesta a la versión de Marción la iglesia tuvo que realizar una recopilación o canon oficial de la Biblia en la cual sí se incluyera el antiguo testamento y hacia finales del siglo IV, el Papa Dámaso ordenó a San Jerónimo hacer una nueva versión latina teniendo presente la Septuaginta. Esta versión se impuso en el siglo VII definitivamente y se denominó "Vulgata" porque la intención era “vulgarizar" la obra, volverla popular. San Jerónimo tradujo directamente del hebreo y del griego originales al latín, a excepción de los libros de Baruc, Sabiduría, Eclesiástico y 1º y 2º de los Macabeos, los cuales los transcribió, sin alteración alguna. Asimismo San Jerónimo tuvo acceso a libros más antiguos que no fueron incluidos en la septuagésima, libros como el de Enoch y los apócrifos. Dado que San Jerónimo necesitaba un nombre equivalente en latín del griego Phosphoros utilizó la astronomía romana, en la cual Lucifer era el nombre que se le daba a la estrella de la mañana o Venus. La estrella de la mañana aparece en los cielos justo antes del amanecer, y anuncia la llegada del sol. El nombre se deriva del término lucem ferre, o el portador de luz. Los escolares y teólogos antiguos mezclaron el mito con la doctrina de la caída y para el tiempo de la traducción de San Jerónimo al latín, el término ya se usaba como sinónimo de Satán. Y la confusión aumenta más, y notemos la ironía: Lucifer se refiere Satán ya que es el mismo título (estrella de la mañana o portador de luz) pero esto se usa para referirse a Jesús también en el texto griego, en versículos como el Apocalipsis 22:16. Así que a estas alturas ya no sabemos quién es Lucifer, si realmente Satán, un rey antiguo, ambos o ninguno, o fruto de la inadecuada traducción de un monje. Después, hablemos de Prometeo. Quizás la respuesta se encuentre en un mito más antiguo, Prometeo, el cual cuenta que una vez concluida la rebelión contra Cronos, el antiguo dios del tiempo, Zeus y los demás dioses olímpicos crearon la tierra, los cielos y los mares. Todo estaba a punto para que apareciera la humanidad, incluso los lugares donde buenos y malos debían ingresar después de muertos. Había llegado el momento de crear al hombre y son varias las leyendas occidentales que relatan este acontecimiento. En una, los dioses delegaron para ello a Prometeo –El titán aliado de Zeus- y a su hermano Epimeteo. Prometeo, que en griego significa “previsor”, era inteligente y con más sagacidad que los mismos dioses, pero Epimeteo, cuyo nombre significa "el que reflexiona demasiado tarde, el torpe" seguía invariablemente su primer impulso, para enseguida cambiar de opinión. Epimeteo repartió todos los mejores dones a los animales: fuerza, rapidez, valor y astucia, plumas, pelo, alas, caparazón y Prometeo se encargo de crear al primer ser humano al que llamó Deucalion, a partir del barro, y junto con Atenea le dio el soplo de vida necesario para animarlo. Al llevar Prometeo al hombre con su hermano, no quedaban ya bienes ni cubierta protectora, ni cualidad alguna que les permitiera salir airosos en su lucha contra los animales. Demasiado tarde, como siempre, Epimeteo reconoció su error y llamó en su ayuda a su hermano. Prometeo trazó un plan para otorgar superioridad al hombre. Primeramente le dio una figura más noble que la que concedió a los animales y a semejanza de los dioses, le proporcionó una postura erguida. Después volvió a las regiones celestiales junto al carro del sol y con una antorcha se robó el fuego y lo llevó enseguida a la tierra. Prometeo aprendió de Atenea la astronomía, arquitectura, medicina, metalurgia, navegación y en general todos los oficios y tecnologías, y todos estos conocimientos los transmitió a los mortales, quienes con el fuego pudieron imitar a los dioses. Irritado Zeus ante el progreso humano, quiso acabar con todos los hombres, pero Prometeo se interpuso, y aunque le debía mucho, pues le había prestado ayuda en la lucha contra Cronos, Zeus cegado por su cólera olvido su deuda. Ordenó a sus servidores, la Fuerza y la Violencia, que se apoderaran de Prometeo, le llevaran al monte Cáucaso y le amarraran. Una vez ahí, un buitre destruiría sin cesar sus entrañas. No habría fin para este castigo, porque el cuerpo de Prometeo se renovaba cada noche, para que al amanecer el suplicio volviera a comenzar. Este castigo duró hasta que Hércules le liberó rompiendo las cadenas y matando al buitre. Ahora, el Uroboros. En la mitología cristiana, Satán toma la forma de la serpiente y ofrece al primer humano sabiduría, por lo cual es llevado a los infiernos. Para los paganos, Prometeo representa una figura noble en su acto de auto sacrificio, por el cual es condenado al encadenamiento. En contraste, los cristianos añoraron la ignorancia del jardín del Edén, y tacharon al caído Lucifer como el máximo mal por tentar a la humanidad con el entendimiento. La cristiandad predicó recompensas para la próxima vida, difundió el temor al conocimiento y al placer en este mundo, dejando a la rebelión y la curiosidad inquisitiva como un pecado. Fue un culto de ignorancia, obediencia y abstinencia. Pero no olvidemos que por mucho cientos de años, muchas otras filosofías se desarrollarían en oposición directa, dedicadas a la curiosidad, independencia y al placer. La serpiente que se muerde a sí misma la cola es símbolo de conocimiento. Muchas referencias a través de la historia indican y marcan el camino que estas otras filosofías han tenido y el uso que han hecho del Uroboros, del griego oyrá, cola, borá, alimento. Entre la magia y la ciencia la inquietud por saber ha estado allí gestando maneras de pensar diferentes y alternas a las impuestas por la tradición y la religión. Desde el antiguo Egipto hasta la Edad Media la serpiente que adopta una disposición circular, con la cola introducida en la boca, para indicar que continuamente se devora a sí misma y renace de sí misma representa la unidad de todas las cosas materiales y espirituales, que no desaparecen nunca, sino que cambian de aspecto en un ciclo perpetuo de destrucción y creación. En algunas representaciones antiguas aparece complementada con la inscripción griega “hen to pan”, es decir el “uno, el todo” y se asocia a la alquimia al gnosticismo y al hermetismo. El Uroboros representa la naturaleza cíclica de las cosas, el eterno retorno y otros conceptos percibidos como ciclos que comienzan de nuevo en cuanto concluyen. En un sentido más general, simboliza el tiempo y la continuidad de la vida, y de hecho en algunas representaciones, el animal se muestra con una mitad clara y otra oscura, lo que recuerda la dicotomía de otros símbolos similares como el yin y el yang. Por último, el cine. Los significados de Lucifer, Prometeo y Uroboros son autónomos, pero el recorrido con sutil hilo no fuerza a ninguno al querer hermanarlos, y sin embargo surge una pregunta ¿todo lo anterior para qué? …Para dejar un poco suelta la aguja y seguir cosiendo, es decir, invitar a todo aquel que guste del temas, al cine. “¿Pero que reseña más extraña es ésta que no me ha dicho a estas alturas título, director o actores, y aún así pretende que vaya al cine?”. Es fácil dar con la película, cartel oscuro, slogan que invita a temer, y títuloexplícito sobre el número de víctimas que se requirió para la filmación. La producción es norteamericana y española, lo cual nos aleja de la típica película de miedo gringa, en la cual se van descabezando inocentes hasta que la chica linda –rubia la mayoría de las veces- acaba con el mal amenazante. Para algunos la película es lenta, abusa del miedo efectista, y no se entiende del todo qué es lo que pasa. Cierto es que le falta explicar muchas cosas, pero es porque no trata al espectador como tonto y no se detiene a explicarle nada. La obra supone que ya hay cierto bagaje común alrededor de los símbolos que va a tratar: el mal, el rito, el sacrificio, la serpiente, la trinidad, y que sólo hace falta contar una buena historia alrededor. Pero, a final de cuentas, la pregunta queda ¿quién es Lucifer? En resumen, aunque a Lucifer nos lo configuren como un ser ambicioso, terrible embaucador y gran mentiroso, acabemos de coser diciendo que es una fuerza inagotable que busca alcanzar las estrellas en el cielo. Alejémoslo del concepto de demonio maligno separado de la benevolencia de la naturaleza, no es el enemigo de la humanidad, aunque bien podría ser el más grande humanista. Es, de cierto modo, la parte creativa de esta fuerza natural, es el cincel en manos del creador de una estatua, que tiene que destruir y pulir, probar y progresar. Es mejor concebirlo como la fuerza bruta, natural, arquetípica que nos orilla a ser algo más de lo que somos, a tener ambición y alcanzar metas y objetivos, claro que para que el ciclo de la vuelta completa, este Lucifer deber ser encadenado, o más bien dirigido por un espíritu noble e inteligente que pueda aprovechar toda esta fuerza bruta e inagotable en bien del ser humano. Lucifer, con esas raíces de serpiente que tiene, es la tecnología, es la ciencia, es la aspiración al conocimiento y la sabiduría eterna, y cada ser humano tiene algo de Lucifer en sí mismo. Así que si en un futuro los acusan de ser adoradores de Lucifer, piensen que en cierta manera lo somos, ya que adoramos esa luz que está en el interior de cada uno de nosotros, esa luz que tiene un tinte divino e inmortal y al mismo tiempo humano, que nos da la capacidad de sentir y elegir entre lo bueno y lo malo, y aquí sí estamos hablando de ética y no de moral, que nos da la capacidad de ser algo más, de ver mas allá de lo que nos enseña una sociedad, un profesor, una religión, de ser rebeldes en nuestro pensamiento y cuestionar y preguntar, de marchar a nuestro ritmo y destino.
martes, 29 de enero de 2008
domingo, 18 de noviembre de 2007
El Infierno, ¿Mito o Realidad?
La doctrina católica del infierno le fue tan desconocida al Dios del Antiguo Testamento como al propio Jesús
(Fuente: © Rodríguez, P. (1997). Mentiras fundamentales de la Iglesia católica. Barcelona: © Ediciones B., capítulo 17, pp. 375-381)
Según el relato del Génesis, «Viendo Yavé cuánto había crecido la maldad del hombre sobre la tierra y que su corazón no tramaba sino aviesos designios todo el día, se arrepintió de haber hecho al hombre en la tierra (...) y dijo: “Voy a exterminar al hombre que creé de sobre la faz de la tierra; y con el hombre, a los ganados, reptiles y hasta aves del cielo, pues me pesa de haberlos hecho”. Pero Noé halló gracia a los ojos de Yavé» (Gén 6,5-8).
Este pasaje nos dice, como mínimo, tres cosas: que Yahveh no fue infinitamente sabio ya que fue incapaz de prever que su creación se le iría de las manos; que fue infinitamente injusto ya que castigó también a todos los animales y vegetales vivos por una maldad que sólo era obra de los humanos; y que, al no tener otra forma de castigo posible, tuvo que recurrir al famoso diluvio universal. Parece obvio pensar que Yahveh, en esos días, aún no podía disponer del infierno -que es el lugar natural a donde debe mandarse a los malvados- y que, según cabe suponer, debía ser ya en esa época la residencia de Satanás, ese ángel caído que había truncado el destino feliz de toda la creación divina cuando, disfrazado de serpiente parlanchina, sedujo a Eva con una manzana.
Si repasamos el capítulo 26 del Levítico y el 28 del Deuteronomio, donde se describen con minuciosidad todos los premios y castigos (Lev 26,14-45 y Dt 28,15-45) de Dios para quienes cumplan o no sus mandamientos, veremos que Yahveh amenazó al pecador con toda suerte de enfermedades y canalladas conocidas en aquél entonces -incluso con la de convertirle en cornudo: «tomarás una mujer y otro la gozará»-, le garantizó un sufrimiento continuo, insidioso y torturante en su vida terrenal... que acabaría, al fin, con su muerte. No hay una sola palabra acerca de ningún infierno -tampoco de ningún cielo- en el que seguir padeciendo el resto de la eternidad[i]. ¡Yahveh ignoraba una amenaza tan maravillosa como el infierno!
Tampoco dijeron ni mú acerca del infierno los patriarcas hebreos; y, más sintomático todavía, el mismísimo Moisés no mencionó jamás la existencia del infierno a pesar de que hablaba familiarmente con Dios y había sido educado en Egipto, tierra donde hacía ya siglos que creían en la vida después de la muerte y en los premios y castigos de ultratumba.
Es evidente que el Dios del Antiguo Testamento, que era sanguinario y vengativo, que condenaba a quienes se apartaban de sus preceptos o atacaban a su «pueblo fiel» a sufrir todo tipo de muertes, plagas, catástrofes naturales... y castigaba las faltas de los padres hasta la cuarta generación (Ex 20,5), sólo podía recurrir a los suplicios mundanos porque desconocía cualquier otro tipo de castigo para después de la muerte.
Con el Nuevo Testamento nos encontramos ante un Dios que ya no es aficionado a los degüellos masivos sino que, por el contrario, propugna el amor al prójimo, aunque éste sea el mismísimo enemigo. Pero también damos un salto cualitativo hacia alguna parte cuando nos encontramos con la Gehenna ignis o Gehenna del fuego. Así, en Mateo leemos: «todo el que se irrita contra su hermano será reo de juicio; el que le dijere “raca”[ii] será reo ante el Sanedrín y el que le dijere “loco”[iii] será reo de la gehenna del fuego» (Mt 5,22) o, algo más adelante, «Si, pues, tu ojo derecho te escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti, porque mejor te es que perezca uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna...» (Mt 5,29).
También en Marcos aparece el fuego eterno o ignis inextinguibilis cuando se dice: «Si tu mano te escandaliza, córtatela; mejor te será entrar manco en la vida que con ambas manos ir a la gehenna, al fuego inextinguible, donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga...» (Mc 9,43-49). Pero lo cierto es que la palabra gehenna -a la que en la traducción latina de la Biblia, se le añade la anotación “al fuego inextinguible”, que no figura en el original- no se refería sino a una metáfora basada en los vertederos de basura que, en tiempos de Jesús, ardían en el valle de Ge‑Hinnom, en las afueras de Jerusalén. Y la frase que le sigue procede de Isaías y tiene un sentido muy diferente en el original: «y, al salir, verán los cadáveres de los que se rebelaron contra mí, cuyo gusano nunca morirá y cuyo fuego no se apagará, y serán horror a toda carne» (Is 66,24).
El vocablo gehenna, que aparece tanto en la traducción latina de la Biblia, como en su anterior versión griega, es un término hebreo (escrito como Ge‑Hinnom, Jehinnom, Jinnom, Ginnom o Hinnom) que se refiere a un emplazamiento geográfico. Si miramos cualquier mapa detallado de la ciudad de Jerusalén y sus alrededores -muchas biblias lo incluyen, marcando así mismo los límites de las murallas en tiempos de Jesús- encontraremos en el sudeste el valle Hinnom, fuera murallas y conectado hacia el sudoeste con el valle Cedrón, identificado en época barroca con el valle de Josafat, lugar en el cual debía tener lugar el Juicio Final.
Ya mencionamos con anterioridad, al tratar la leyenda de la “persecución de inocentes”, que en los altozanos del valle de Hinnom los antiguos cananeos habían celebrado esporádicos sacrificios de niños -a quienes se quemaba vivos en piras- con el fin de intentar aplacar a sus dioses ante el anuncio de alguna futura amenaza o catástrofe pronosticada por los adivinos; los hebreos habían guardado memoria de tales sucesos hasta el punto de que cuando alguien actuaba mal era corriente -en tiempos de Jesús y aún hoy día- significarlo con la expresión “merece que le arrojen a las llamas del Hinnom” o equivalente.
Las referencias al valle de Hinnom son abundantes en el Antiguo Testamento, así, por ejemplo, en II Re 23,10 se dice: «El rey [Josías] profanó el Tofet[iv] del valle de los hijos de Hinón, para que nadie hiciera pasar a su hijo o hija por el fuego en honor de Moloc»; o en la cita de Jer 7,31 cuando se describe: «Y edificaron los altos de Tofet, que está en el valle de Ben‑Hinom [“Ben” significa “hijo de”], para quemar allí sus hijos y sus hijas, cosa que ni yo [Dios Yahveh] les mandé ni pasó siquiera por mi pensamiento.»
Cuando se tradujo gehenna por infernus[v], no sólo se corrompió el verdadero sentido de los textos originales sino que se sentó las bases para construir la invención dogmática que más ha aterrorizado a la humanidad del último milenio... y que más beneficio le ha producido a la Iglesia católica siempre amenazante.
Para los hebreos, según el Antiguo Testamento, los muertos se reunían -tanto los buenos como los malos- en el she’ôl, donde llevaban una existencia sombría tanto unos como otros; pero, entrada ya la época helenística, según puede verse a través del II Libro de los Macabeos, apareció la creencia en un doble estado tras la muerte, uno de felicidad, para los justos, y otro de falta de ella (que no implicaba tormentos físicos) para los malvados. Durante los cinco primeros siglos de cristianismo, doctores y santos padres de la Iglesia tan importantes como Orígenes, Gregorio de Nisa, Dídimo, Diodoro, Teodoro de Mopsuestia o el propio Jerónimo, defendieron que la pena del infernus era sólo algo temporal, pero en el concilio de Constantinopla (543) se declaró que los sufrimientos del infierno eran eternos.
El primer concilio de Letrán (1123) impuso como dogma de fe la existencia del infierno, amenazando con la condena a prisión, el tormento y hasta la muerte a quienes lo negasen. Se abría así camino a uno de los negocios más saneados y descarados de la Iglesia católica cuando, obrando en consecuencia, se anunció a los aterrorizados clientes del infierno, eso es todos los creyentes católicos, que podían comprar el rescate de sus almas pecadoras si antes de morir legaban riquezas a la Iglesia y contrataban la celebración de misas de difuntos en su honor[vi].
La escolástica medieval inventó dos tipos de penas infernales, las de daño o ausencia de la visión de Dios, y las de sentido, que eran los diferentes suplicios -en especial relacionados con el fuego- a que se hacía merecedor cada especie de pecado. La iconografía católica de esta época, inspirada en textos apócrifos (declarados oficialmente falsos), como el Evangelio de Nicodemo, fue la encargada de popularizar las horrendas imágenes de un infierno que ha aterrorizado a decenas de generaciones hasta el día de hoy.
En este contexto, en el siglo XIII, se inventó una de las claves del negocio eclesial: el purgatorio[vii], que es un estado de expiación temporal en el que supuestamente se encuentran las almas de todos cuantos, aun siendo pecadores, han muerto en gracia de Dios. Este sofisticado subterfugio, que permitía el rescate del alma de cualquier pecador que hubiese sido previsor y generoso para con la Iglesia, fue la clave para la venta masiva de indulgencias entre los católicos, un escandaloso negocio que alcanzó su cota de máxima corrupción en el siglo XVI[viii] y desencadenó la reforma protestante de la mano de Lutero. Antes de este desenlace, por si había alguna duda, el concilio de Florencia (1442) había declarado que cualquiera que estuviese fuera de la Iglesia católica caería en el fuego eterno.
Con la invención del infierno y el purgatorio, la Iglesia católica dio otro de sus habituales y rentables saltos teológicos sobre el vacío, construyendo un eficaz y demoledor instrumento de extorsión basándose en unos pocos versículos que no significan lo que se pretende y que, con mucha probabilidad, son interpolaciones muy tardías -quizá realizadas durante el concilio de Laodicea (363)- y ajenas al discurso de Jesús.
En cualquier caso, tal como sostiene el gran teólogo católico Hans Küng, «Jesús de Nazaret no predicó sobre el infierno, por mucho que hablara del infierno y compartiese las ideas apocalípticas de sus coetáneos: en ningún momento se interesa Jesús directamente por el infierno. Habla de él sólo al margen y con expresiones fijas tradicionales; algunas cosas pueden incluso haber sido añadidas posteriormente. Su mensaje es, sin duda alguna, eu‑angelion, evangelio, o sea, un mensaje alegre, y no amenazador»[ix].
En cualquier caso, todo turista que visite Jerusalén puede descender hasta la gehenna o infierno católico, pasearse tranquilamente por él, broncearse (no asarse) bajo un sol de justicia (cósmica, no divina), y salir indemne por su propia voluntad, sin necesidad ninguna de comprar indulgencias (si exceptuamos la propina que hay que darle al guía). Después de tamaña hazaña ya se estará en condiciones de poder presumir, ante los amigotes, de «haber descendido a los infiernos», tal como el Credo católico obliga a creer que hizo Jesús.
Pero el lector, con sobrada razón, podrá argüir: bien, pero si no existe el infierno ¿cómo es que Jesús fue tentado por el diablo y se pasó una buena parte de su vida pública «expulsando demonios» del cuerpo de la gente?
Para responder a esta cuestión hay que tener en cuenta varias cosas: la idea del diablo y sus legiones de demonios procede de la religión pagana persa y penetró en el judaísmo -y en el Antiguo Testamento- en la época de dominación persa (siglos VI-IV a. C.); la creencia en los demonios siempre fue secundaria para el judaísmo, aunque en determinadas épocas de crisis sociopolítica -como lo fue la de Jesús y lo es, también, la época actual- se produjeran fenómenos de intensa creencia popular en esos seres malignos[x]; a pesar de que Jesús compartió con sus coetáneos la creencia en los demonios, en su mensaje no les concedió la menor importancia ni preponderancia, salvo la de ser una imagen de contraste para su evangelio o “buena nueva”; y, finalmente, en los días de Jesús, muchas enfermedades como la epilepsia o diversidad de trastornos psiquiátricos eran atribuidos a la posesión demoníaca.
El Jesús del Nuevo Testamento no creyó para nada en la existencia del infierno católico -ni siquiera en la del persa, origen de los «demonios» que tanta fama le dieron al ser expulsados de algunos de sus seguidores- y la razón es bien simple: «es una contradicción admitir el amor y la misericordia de Dios y al mismo tiempo la existencia de un lugar de eternas torturas»[xi].
[i] Si tomamos al pie de la letra la palabra de Dios que se supone es la Biblia, resulta evidente que Yahveh no cree para nada en la eternidad post-mortem de los humanos. Así, cuando maldijo a Adán (y a nosotros con él) le conminó: «Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra; pues de ella has sido tomado; ya que polvo eres, y al polvo volverás» (Gén 3,19). El mensaje es claro, con la muerte se acaba todo. Palabra de Dios.
[ii] Raka, que en arameo significa “canalla” o “sinvergüenza”.
[iii] La palabra original es moré, que en arameo significa “rebelde contra Dios”.
[iv] El Tofet era un gran instrumento de percusión, tipo tambor, que los sacerdotes de Moloc hacían sonar para evitar que fuesen oídos los gritos de las víctimas humanas (niños y adultos) al ser quemadas vivas.
[v] Que etimológicamente procede de inferus -inferior-, puesto que se creía que ese mundo de los muertos estaba por debajo de la tierra y que el fuego de los volcanes era una evidencia clara de los antros del infernus. Cuando se elaboró el modelo del infierno católico se copió el ya existente infernus pagano y sus múltiples departamentos especializados, por eso en el Credo aún se afirma que Jesús descendió a “los infiernos” (en plural, no a uno solo, como finalmente adoptaría la Iglesia). Al confundir la gehenna (eso es el valle de Ge‑Hinnom y sus leyendas antiguas) con el infierno, también acabó por transformarse a los viejos dioses paganos como Moloc en el mismísimo Satán, y a los cananeos en adoradores de demonios.
[vi] La supuesta eficacia de las oraciones por los muertos se basa en el pasaje de II Mac 12,39-45, cuya interpretación católica ha sido fuertemente discutida por los expertos.
[vii] Purgatorium significa “lugar de limpieza”. En ningún versículo bíblico se menciona nada que se le parezca siquiera.
[viii] Véase como muestra la Taxa Camarae del papa León X que figura en el anexo final de este libro.
[ix] Cfr. Küng, H. (1994). Op. cit., p. 174.
[x] Y francamente útiles, ya que cargaban con la culpa de las desgracias sociales y personales, dejando a salvo la responsabilidad que debe tener cada ser humano con respecto a sus actos y las consecuencias que se les deriven.
[xi] Cfr. Küng, H. (1994). Op. cit., p. 176.
(Fuente: © Rodríguez, P. (1997). Mentiras fundamentales de la Iglesia católica. Barcelona: © Ediciones B., capítulo 17, pp. 375-381)
Según el relato del Génesis, «Viendo Yavé cuánto había crecido la maldad del hombre sobre la tierra y que su corazón no tramaba sino aviesos designios todo el día, se arrepintió de haber hecho al hombre en la tierra (...) y dijo: “Voy a exterminar al hombre que creé de sobre la faz de la tierra; y con el hombre, a los ganados, reptiles y hasta aves del cielo, pues me pesa de haberlos hecho”. Pero Noé halló gracia a los ojos de Yavé» (Gén 6,5-8).
Este pasaje nos dice, como mínimo, tres cosas: que Yahveh no fue infinitamente sabio ya que fue incapaz de prever que su creación se le iría de las manos; que fue infinitamente injusto ya que castigó también a todos los animales y vegetales vivos por una maldad que sólo era obra de los humanos; y que, al no tener otra forma de castigo posible, tuvo que recurrir al famoso diluvio universal. Parece obvio pensar que Yahveh, en esos días, aún no podía disponer del infierno -que es el lugar natural a donde debe mandarse a los malvados- y que, según cabe suponer, debía ser ya en esa época la residencia de Satanás, ese ángel caído que había truncado el destino feliz de toda la creación divina cuando, disfrazado de serpiente parlanchina, sedujo a Eva con una manzana.
Si repasamos el capítulo 26 del Levítico y el 28 del Deuteronomio, donde se describen con minuciosidad todos los premios y castigos (Lev 26,14-45 y Dt 28,15-45) de Dios para quienes cumplan o no sus mandamientos, veremos que Yahveh amenazó al pecador con toda suerte de enfermedades y canalladas conocidas en aquél entonces -incluso con la de convertirle en cornudo: «tomarás una mujer y otro la gozará»-, le garantizó un sufrimiento continuo, insidioso y torturante en su vida terrenal... que acabaría, al fin, con su muerte. No hay una sola palabra acerca de ningún infierno -tampoco de ningún cielo- en el que seguir padeciendo el resto de la eternidad[i]. ¡Yahveh ignoraba una amenaza tan maravillosa como el infierno!
Tampoco dijeron ni mú acerca del infierno los patriarcas hebreos; y, más sintomático todavía, el mismísimo Moisés no mencionó jamás la existencia del infierno a pesar de que hablaba familiarmente con Dios y había sido educado en Egipto, tierra donde hacía ya siglos que creían en la vida después de la muerte y en los premios y castigos de ultratumba.
Es evidente que el Dios del Antiguo Testamento, que era sanguinario y vengativo, que condenaba a quienes se apartaban de sus preceptos o atacaban a su «pueblo fiel» a sufrir todo tipo de muertes, plagas, catástrofes naturales... y castigaba las faltas de los padres hasta la cuarta generación (Ex 20,5), sólo podía recurrir a los suplicios mundanos porque desconocía cualquier otro tipo de castigo para después de la muerte.
Con el Nuevo Testamento nos encontramos ante un Dios que ya no es aficionado a los degüellos masivos sino que, por el contrario, propugna el amor al prójimo, aunque éste sea el mismísimo enemigo. Pero también damos un salto cualitativo hacia alguna parte cuando nos encontramos con la Gehenna ignis o Gehenna del fuego. Así, en Mateo leemos: «todo el que se irrita contra su hermano será reo de juicio; el que le dijere “raca”[ii] será reo ante el Sanedrín y el que le dijere “loco”[iii] será reo de la gehenna del fuego» (Mt 5,22) o, algo más adelante, «Si, pues, tu ojo derecho te escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti, porque mejor te es que perezca uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna...» (Mt 5,29).
También en Marcos aparece el fuego eterno o ignis inextinguibilis cuando se dice: «Si tu mano te escandaliza, córtatela; mejor te será entrar manco en la vida que con ambas manos ir a la gehenna, al fuego inextinguible, donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga...» (Mc 9,43-49). Pero lo cierto es que la palabra gehenna -a la que en la traducción latina de la Biblia, se le añade la anotación “al fuego inextinguible”, que no figura en el original- no se refería sino a una metáfora basada en los vertederos de basura que, en tiempos de Jesús, ardían en el valle de Ge‑Hinnom, en las afueras de Jerusalén. Y la frase que le sigue procede de Isaías y tiene un sentido muy diferente en el original: «y, al salir, verán los cadáveres de los que se rebelaron contra mí, cuyo gusano nunca morirá y cuyo fuego no se apagará, y serán horror a toda carne» (Is 66,24).
El vocablo gehenna, que aparece tanto en la traducción latina de la Biblia, como en su anterior versión griega, es un término hebreo (escrito como Ge‑Hinnom, Jehinnom, Jinnom, Ginnom o Hinnom) que se refiere a un emplazamiento geográfico. Si miramos cualquier mapa detallado de la ciudad de Jerusalén y sus alrededores -muchas biblias lo incluyen, marcando así mismo los límites de las murallas en tiempos de Jesús- encontraremos en el sudeste el valle Hinnom, fuera murallas y conectado hacia el sudoeste con el valle Cedrón, identificado en época barroca con el valle de Josafat, lugar en el cual debía tener lugar el Juicio Final.
Ya mencionamos con anterioridad, al tratar la leyenda de la “persecución de inocentes”, que en los altozanos del valle de Hinnom los antiguos cananeos habían celebrado esporádicos sacrificios de niños -a quienes se quemaba vivos en piras- con el fin de intentar aplacar a sus dioses ante el anuncio de alguna futura amenaza o catástrofe pronosticada por los adivinos; los hebreos habían guardado memoria de tales sucesos hasta el punto de que cuando alguien actuaba mal era corriente -en tiempos de Jesús y aún hoy día- significarlo con la expresión “merece que le arrojen a las llamas del Hinnom” o equivalente.
Las referencias al valle de Hinnom son abundantes en el Antiguo Testamento, así, por ejemplo, en II Re 23,10 se dice: «El rey [Josías] profanó el Tofet[iv] del valle de los hijos de Hinón, para que nadie hiciera pasar a su hijo o hija por el fuego en honor de Moloc»; o en la cita de Jer 7,31 cuando se describe: «Y edificaron los altos de Tofet, que está en el valle de Ben‑Hinom [“Ben” significa “hijo de”], para quemar allí sus hijos y sus hijas, cosa que ni yo [Dios Yahveh] les mandé ni pasó siquiera por mi pensamiento.»
Cuando se tradujo gehenna por infernus[v], no sólo se corrompió el verdadero sentido de los textos originales sino que se sentó las bases para construir la invención dogmática que más ha aterrorizado a la humanidad del último milenio... y que más beneficio le ha producido a la Iglesia católica siempre amenazante.
Para los hebreos, según el Antiguo Testamento, los muertos se reunían -tanto los buenos como los malos- en el she’ôl, donde llevaban una existencia sombría tanto unos como otros; pero, entrada ya la época helenística, según puede verse a través del II Libro de los Macabeos, apareció la creencia en un doble estado tras la muerte, uno de felicidad, para los justos, y otro de falta de ella (que no implicaba tormentos físicos) para los malvados. Durante los cinco primeros siglos de cristianismo, doctores y santos padres de la Iglesia tan importantes como Orígenes, Gregorio de Nisa, Dídimo, Diodoro, Teodoro de Mopsuestia o el propio Jerónimo, defendieron que la pena del infernus era sólo algo temporal, pero en el concilio de Constantinopla (543) se declaró que los sufrimientos del infierno eran eternos.
El primer concilio de Letrán (1123) impuso como dogma de fe la existencia del infierno, amenazando con la condena a prisión, el tormento y hasta la muerte a quienes lo negasen. Se abría así camino a uno de los negocios más saneados y descarados de la Iglesia católica cuando, obrando en consecuencia, se anunció a los aterrorizados clientes del infierno, eso es todos los creyentes católicos, que podían comprar el rescate de sus almas pecadoras si antes de morir legaban riquezas a la Iglesia y contrataban la celebración de misas de difuntos en su honor[vi].
La escolástica medieval inventó dos tipos de penas infernales, las de daño o ausencia de la visión de Dios, y las de sentido, que eran los diferentes suplicios -en especial relacionados con el fuego- a que se hacía merecedor cada especie de pecado. La iconografía católica de esta época, inspirada en textos apócrifos (declarados oficialmente falsos), como el Evangelio de Nicodemo, fue la encargada de popularizar las horrendas imágenes de un infierno que ha aterrorizado a decenas de generaciones hasta el día de hoy.
En este contexto, en el siglo XIII, se inventó una de las claves del negocio eclesial: el purgatorio[vii], que es un estado de expiación temporal en el que supuestamente se encuentran las almas de todos cuantos, aun siendo pecadores, han muerto en gracia de Dios. Este sofisticado subterfugio, que permitía el rescate del alma de cualquier pecador que hubiese sido previsor y generoso para con la Iglesia, fue la clave para la venta masiva de indulgencias entre los católicos, un escandaloso negocio que alcanzó su cota de máxima corrupción en el siglo XVI[viii] y desencadenó la reforma protestante de la mano de Lutero. Antes de este desenlace, por si había alguna duda, el concilio de Florencia (1442) había declarado que cualquiera que estuviese fuera de la Iglesia católica caería en el fuego eterno.
Con la invención del infierno y el purgatorio, la Iglesia católica dio otro de sus habituales y rentables saltos teológicos sobre el vacío, construyendo un eficaz y demoledor instrumento de extorsión basándose en unos pocos versículos que no significan lo que se pretende y que, con mucha probabilidad, son interpolaciones muy tardías -quizá realizadas durante el concilio de Laodicea (363)- y ajenas al discurso de Jesús.
En cualquier caso, tal como sostiene el gran teólogo católico Hans Küng, «Jesús de Nazaret no predicó sobre el infierno, por mucho que hablara del infierno y compartiese las ideas apocalípticas de sus coetáneos: en ningún momento se interesa Jesús directamente por el infierno. Habla de él sólo al margen y con expresiones fijas tradicionales; algunas cosas pueden incluso haber sido añadidas posteriormente. Su mensaje es, sin duda alguna, eu‑angelion, evangelio, o sea, un mensaje alegre, y no amenazador»[ix].
En cualquier caso, todo turista que visite Jerusalén puede descender hasta la gehenna o infierno católico, pasearse tranquilamente por él, broncearse (no asarse) bajo un sol de justicia (cósmica, no divina), y salir indemne por su propia voluntad, sin necesidad ninguna de comprar indulgencias (si exceptuamos la propina que hay que darle al guía). Después de tamaña hazaña ya se estará en condiciones de poder presumir, ante los amigotes, de «haber descendido a los infiernos», tal como el Credo católico obliga a creer que hizo Jesús.
Pero el lector, con sobrada razón, podrá argüir: bien, pero si no existe el infierno ¿cómo es que Jesús fue tentado por el diablo y se pasó una buena parte de su vida pública «expulsando demonios» del cuerpo de la gente?
Para responder a esta cuestión hay que tener en cuenta varias cosas: la idea del diablo y sus legiones de demonios procede de la religión pagana persa y penetró en el judaísmo -y en el Antiguo Testamento- en la época de dominación persa (siglos VI-IV a. C.); la creencia en los demonios siempre fue secundaria para el judaísmo, aunque en determinadas épocas de crisis sociopolítica -como lo fue la de Jesús y lo es, también, la época actual- se produjeran fenómenos de intensa creencia popular en esos seres malignos[x]; a pesar de que Jesús compartió con sus coetáneos la creencia en los demonios, en su mensaje no les concedió la menor importancia ni preponderancia, salvo la de ser una imagen de contraste para su evangelio o “buena nueva”; y, finalmente, en los días de Jesús, muchas enfermedades como la epilepsia o diversidad de trastornos psiquiátricos eran atribuidos a la posesión demoníaca.
El Jesús del Nuevo Testamento no creyó para nada en la existencia del infierno católico -ni siquiera en la del persa, origen de los «demonios» que tanta fama le dieron al ser expulsados de algunos de sus seguidores- y la razón es bien simple: «es una contradicción admitir el amor y la misericordia de Dios y al mismo tiempo la existencia de un lugar de eternas torturas»[xi].
[i] Si tomamos al pie de la letra la palabra de Dios que se supone es la Biblia, resulta evidente que Yahveh no cree para nada en la eternidad post-mortem de los humanos. Así, cuando maldijo a Adán (y a nosotros con él) le conminó: «Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra; pues de ella has sido tomado; ya que polvo eres, y al polvo volverás» (Gén 3,19). El mensaje es claro, con la muerte se acaba todo. Palabra de Dios.
[ii] Raka, que en arameo significa “canalla” o “sinvergüenza”.
[iii] La palabra original es moré, que en arameo significa “rebelde contra Dios”.
[iv] El Tofet era un gran instrumento de percusión, tipo tambor, que los sacerdotes de Moloc hacían sonar para evitar que fuesen oídos los gritos de las víctimas humanas (niños y adultos) al ser quemadas vivas.
[v] Que etimológicamente procede de inferus -inferior-, puesto que se creía que ese mundo de los muertos estaba por debajo de la tierra y que el fuego de los volcanes era una evidencia clara de los antros del infernus. Cuando se elaboró el modelo del infierno católico se copió el ya existente infernus pagano y sus múltiples departamentos especializados, por eso en el Credo aún se afirma que Jesús descendió a “los infiernos” (en plural, no a uno solo, como finalmente adoptaría la Iglesia). Al confundir la gehenna (eso es el valle de Ge‑Hinnom y sus leyendas antiguas) con el infierno, también acabó por transformarse a los viejos dioses paganos como Moloc en el mismísimo Satán, y a los cananeos en adoradores de demonios.
[vi] La supuesta eficacia de las oraciones por los muertos se basa en el pasaje de II Mac 12,39-45, cuya interpretación católica ha sido fuertemente discutida por los expertos.
[vii] Purgatorium significa “lugar de limpieza”. En ningún versículo bíblico se menciona nada que se le parezca siquiera.
[viii] Véase como muestra la Taxa Camarae del papa León X que figura en el anexo final de este libro.
[ix] Cfr. Küng, H. (1994). Op. cit., p. 174.
[x] Y francamente útiles, ya que cargaban con la culpa de las desgracias sociales y personales, dejando a salvo la responsabilidad que debe tener cada ser humano con respecto a sus actos y las consecuencias que se les deriven.
[xi] Cfr. Küng, H. (1994). Op. cit., p. 176.
lunes, 16 de julio de 2007
Conociendo a Jhavé
¿Quién es Dios?
Bíblicamente hablando, es un ser supremo, omnisciente, omnipotente, omnipresente, eterno y todopoderoso que creó al mundo y todo lo que en él habita.
Es un ser que creó al hombre a su imagen y semejanza, y que dió o sacrificó a su hijo unigénito para salvar a los que crean en él.
Dios, es un ser que se califica como amoroso y redentor; según los teólogos, el amor de Dios es infinito.
Además, en la biblia se habla de un Dios justo que desecha el mal: "Porque tú no eres un Dios que se complace con la maldad, el malo no habitará junto a ti, los incensatos no estarán delante de tus ojos, aborreces a los que hacen iniquidad, destruiras a los que dicen mentira, al hombre sanguinario y destructor abominarás oh Jehová" (Salmos 5)
En esta cita bíblica, se refleja a un Dios que no tolera la maldad y que destruirá a todo aquel que la cometa.
Pero, ¿Que es la maldad?
El concepto de maldad para la humanidad es cometer acciones que estan en contra de los valores cristianos y el no cumplimiento de las leyes impuestas por Dios y por el hombre.
Es aceptable que Dios destruya a los seres que cometan maldad, pero ¿Será aceptable la destrucción de quienes no creen en él?
¿Qué es creer en Dios?
Creer en Dios no es solo creer en su existencia, sino también amarlo, obedecerle y sobre todo, aceptarlo como redentor y creador del universo, como ser perfecto y eterno, sin principio ni fin, omnipresente, omnipotente, omnisciente.
Creer en Dios es vivir para él, servirle a él y a la humanidad como su hijo Jesucristo le sirvió al pueblo judío, vivir bajo sus reglas de vida, vivir con la esperanza y la fé de que él en algún día vendrá al mundo a buscar a todos los que en él crean.
Una persona que no cree en Dios, pero lleva una vida correcta ante los ojos del hombre no debería merecer la muerte.
Aunque pensandolo bien, para poder vivir en el paraíso hay que creer en Dios, porque si no se cree en Dios ¿Cómo se creería el estar en el paraíso?
De todas formas, solo hay dos opciones: Creer o No Creer.
Estas dos opciones no se pueden asemejar a las diferencias entre el bien y el mal, porque dentro de el hecho de no creer está la posibilidad de existir el bien.
Deberían existir opciones como Creer y hacer el bien, Creer y hacer el mal, No creer y hacer el bien, y No Creer y hacer el mal.
Para los que no creen pero hacen el bien debería de existir un plan de salvación también, si solo si Dios fuese tan amoroso y JUSTO como aparentemente se le refiere en la biblia.
Si Dios fuese realmente Justo, existiera un plan para aquellos que No creen en él pero hacen el bien.
El primer razgo de Dios que puedo desmentir es su Justicia. Dios no es totalmente justo y por lo tanto es Injusto!!
Dios tampoco es Perfecto.
La perfección no crea imperfecciones, la perfeccion no se equivoca, no comete errores, no comete maldad, no se deja engañar.
Adán y Eva eran imperfectos porque se dejaron engañar por la serpiente, por lo tanto, su creador era imperfecto.
La perfección no existe, o por lo menos no su real aplicación. Su concepto es utilizado por los seres humanos para la automejoración de la raza.
Se podría decir que el cuadrado como forma geométrica es perfecto, pero es solo perfecto bajo las condiciones puestas por el hombre. La perfección no es mas que el cumplimiento de todos y cada uno de los parámetro puestos por un ser que quiere lograrlo: Puedo establecer parámetros de como es un cuadrado; puedo decir que lo ángulos de un cuadrado o por lo menos de mi cuadrado serán de 60 grados y que dicha figura poseerá tres lados.
Si lo hago siguiendo dichos parámetros mi cuadrado es perfecto, pero para los parámetros normales de las matemáticas ese cuadrado es imperfecto o No Existe por carecer de las caracteristicas impuestas para graficar dicha figura.
Más con la naturaleza no sucede igual.
No hay parámetros para la naturaleza, no es exacto el momento en que sale y se oculta el sol.
La naturaleza se rije bajo sus propias leyes pero son leyes que en realidad no se cumplen bajo la supervisión del ser humano mas para ella, todo lo que hace es "perfecto".
Ese es la aplicación del concepto de la perfección, pero es totalmente contrario a lo verdadero.
Dios no es perfecto, por lo menos no bajo los parámetros reales, más para el mismo la perfección es él.
Los seres humanos buscan la perfección y por ello necesitan creer que Dios es perfecto y que en un futuro todo lo será; pero no es así.
El tiempo ni el destino están bajo el poder de Dios.
¿Quién puede asegurar que no habrá otro lucifer que se rebele contra él?
Dios tiene el poder de controlar NADA.
¿Y porqué rebelarse contra él?
¿Solo por celos? No lo creo...
Algo debió haber pasado en el cielo para que Lucifer se revelara contra Dios, porque los celos no son una buena causa, y mucho menos cuando se habla de celos hacia Jesucristo, ser que no existió sino hasta su nacimiento en la tierra.
Quien quiera creer que Jesús ya existía porque el es eterno y no tiene ni principio ni fin, puede creerlo; más yo no puedo creer que Jesús haya existido desde el principio (que no existe) y que de un dia para otro Dios puso a Jesús en su trono y a Lucifer le dio celos.
Si eso sucedió así, entonces ¿de donde salió Jesús? ¿Acaso Dios concebió a Jesús ese día? ¿O Dios esperaba el momento preciso para coronar a Jesús? ¿Y por que coronarlo? ¿Porqué poseer un trono? ¿Que tiene que gobernar Dios en el Cielo? ¿Un País? ¿Una Ciudad? ¿O TODO?
El hecho de que exista un trono y una corona significa que hay un gobierno y una política.
Lo que sucedió en el cielo, pudo haber sido simplemente el lanzamiento a gobernador del reino por parte de lucifer, un angel de Luz, un Querubín Magnifico, que se encontraba a la Diestra de Dios, pero que fué reemplazado por Jesús.
Pudo haber sido simplemente el intento de un "golpe de estado" contra Dios. ¿Y Que hizo Dios? Lo desterró a él y a todos sus seguidores.
Este hecho me hace entrar en un tema con respecto a la política de Dios.
Si califico el tipo de gobierno de Dios según nuestros parámetros, Dios es un dictador, o por lo menos un Monarca.
Dios tenía el control de todos los ángeles y de todo lo que existía o por lo menos, eso se puede pensar a travéz de las creencias cristianas.
Los ángeles todos le obedecían, y le adoraban por la eternidad, o según yo, por lo menos desde que él tomase el poder del reino.
El caso de Lucifer es estrictamente escencial para comprender que Dios no es el ser que se cree o por lo menos el que interpretan teólogos y cristianos de la biblia.
El otro caso es el de Adán y Eva.
Adán y Eva, dos seres humanos; uno creado a imagen y semejanza de Dios (lo que hace pensar que Dios es un ser varon con razgos humanos) y el otro creado de la costilla de uno (lo que hace pensar de que Dios tiene una compañera).
Los dos fueron puestos en el jardín del Edén no se para que. Los cristianos dicen que lo creó para que disfrutacen todo lo que él habia creado, pero que raro el hecho de que solo una cosa no podían disfrutar.
El fruto prohibido era el fruto más hermoso de todo el Edén, y estaba justo en el medio del Huerto.
Dios le dijo a Adán que de ese fruto no podía comer porque moriría.
¿Por qué hacer un fruto que no se puede comer y que además causa la muerte?
Los cristianos responden a esa pregunta diciendo que Dios probaba la obediencia de Adán y Eva, y que les había dado Libre Albeldrío de elegir lo que querían: La Vida o la Muerte.
¿Para que probrar al ser humano? ¿Acaso no eran seres creados "perfectos"?
Simplemente, para ver si los nuevos juguetes funcionaban bien...
Dios no tenía nada mas que hacer.... Se fué de paseo y empezó a crear todo lo que se le antojaba, hasta tener el plan perfecto para divertirse durante miles de años.
Para probar al ser humano no solo le hizo el fruto prohibido más bello que pueda existir, sino también que puso a Lucifer, o por lo menos lo dejó entrar al Edén para que los engañara, y como nada es perfecto, pues cayeron en la trampa.
Dios Tentó al Hombre desde el Principio y todavía lo sigue haciendo.
Ese es el Dios que tantos millones de cristianos y evangélicos veneran y quieren ir a adorar por toda la eternidad en el cielo, "arrodillados besandole los pies eternamente"... LOCOS..... PSICOPATAS..... Jamás en mi vida querría tal humillación y menos por toda la eternidad.... Personalmente... preferiría el Infierno....
Sobre Dios tengo mucho más que hablar, y no solo sobre él, sino también sobre los que le siguen; pero primero organizaré mis pensamientos.... voy a dormir....
Bíblicamente hablando, es un ser supremo, omnisciente, omnipotente, omnipresente, eterno y todopoderoso que creó al mundo y todo lo que en él habita.
Es un ser que creó al hombre a su imagen y semejanza, y que dió o sacrificó a su hijo unigénito para salvar a los que crean en él.
Dios, es un ser que se califica como amoroso y redentor; según los teólogos, el amor de Dios es infinito.
Además, en la biblia se habla de un Dios justo que desecha el mal: "Porque tú no eres un Dios que se complace con la maldad, el malo no habitará junto a ti, los incensatos no estarán delante de tus ojos, aborreces a los que hacen iniquidad, destruiras a los que dicen mentira, al hombre sanguinario y destructor abominarás oh Jehová" (Salmos 5)
En esta cita bíblica, se refleja a un Dios que no tolera la maldad y que destruirá a todo aquel que la cometa.
Pero, ¿Que es la maldad?
El concepto de maldad para la humanidad es cometer acciones que estan en contra de los valores cristianos y el no cumplimiento de las leyes impuestas por Dios y por el hombre.
Es aceptable que Dios destruya a los seres que cometan maldad, pero ¿Será aceptable la destrucción de quienes no creen en él?
¿Qué es creer en Dios?
Creer en Dios no es solo creer en su existencia, sino también amarlo, obedecerle y sobre todo, aceptarlo como redentor y creador del universo, como ser perfecto y eterno, sin principio ni fin, omnipresente, omnipotente, omnisciente.
Creer en Dios es vivir para él, servirle a él y a la humanidad como su hijo Jesucristo le sirvió al pueblo judío, vivir bajo sus reglas de vida, vivir con la esperanza y la fé de que él en algún día vendrá al mundo a buscar a todos los que en él crean.
Una persona que no cree en Dios, pero lleva una vida correcta ante los ojos del hombre no debería merecer la muerte.
Aunque pensandolo bien, para poder vivir en el paraíso hay que creer en Dios, porque si no se cree en Dios ¿Cómo se creería el estar en el paraíso?
De todas formas, solo hay dos opciones: Creer o No Creer.
Estas dos opciones no se pueden asemejar a las diferencias entre el bien y el mal, porque dentro de el hecho de no creer está la posibilidad de existir el bien.
Deberían existir opciones como Creer y hacer el bien, Creer y hacer el mal, No creer y hacer el bien, y No Creer y hacer el mal.
Para los que no creen pero hacen el bien debería de existir un plan de salvación también, si solo si Dios fuese tan amoroso y JUSTO como aparentemente se le refiere en la biblia.
Si Dios fuese realmente Justo, existiera un plan para aquellos que No creen en él pero hacen el bien.
El primer razgo de Dios que puedo desmentir es su Justicia. Dios no es totalmente justo y por lo tanto es Injusto!!
Dios tampoco es Perfecto.
La perfección no crea imperfecciones, la perfeccion no se equivoca, no comete errores, no comete maldad, no se deja engañar.
Adán y Eva eran imperfectos porque se dejaron engañar por la serpiente, por lo tanto, su creador era imperfecto.
La perfección no existe, o por lo menos no su real aplicación. Su concepto es utilizado por los seres humanos para la automejoración de la raza.
Se podría decir que el cuadrado como forma geométrica es perfecto, pero es solo perfecto bajo las condiciones puestas por el hombre. La perfección no es mas que el cumplimiento de todos y cada uno de los parámetro puestos por un ser que quiere lograrlo: Puedo establecer parámetros de como es un cuadrado; puedo decir que lo ángulos de un cuadrado o por lo menos de mi cuadrado serán de 60 grados y que dicha figura poseerá tres lados.
Si lo hago siguiendo dichos parámetros mi cuadrado es perfecto, pero para los parámetros normales de las matemáticas ese cuadrado es imperfecto o No Existe por carecer de las caracteristicas impuestas para graficar dicha figura.
Más con la naturaleza no sucede igual.
No hay parámetros para la naturaleza, no es exacto el momento en que sale y se oculta el sol.
La naturaleza se rije bajo sus propias leyes pero son leyes que en realidad no se cumplen bajo la supervisión del ser humano mas para ella, todo lo que hace es "perfecto".
Ese es la aplicación del concepto de la perfección, pero es totalmente contrario a lo verdadero.
Dios no es perfecto, por lo menos no bajo los parámetros reales, más para el mismo la perfección es él.
Los seres humanos buscan la perfección y por ello necesitan creer que Dios es perfecto y que en un futuro todo lo será; pero no es así.
El tiempo ni el destino están bajo el poder de Dios.
¿Quién puede asegurar que no habrá otro lucifer que se rebele contra él?
Dios tiene el poder de controlar NADA.
¿Y porqué rebelarse contra él?
¿Solo por celos? No lo creo...
Algo debió haber pasado en el cielo para que Lucifer se revelara contra Dios, porque los celos no son una buena causa, y mucho menos cuando se habla de celos hacia Jesucristo, ser que no existió sino hasta su nacimiento en la tierra.
Quien quiera creer que Jesús ya existía porque el es eterno y no tiene ni principio ni fin, puede creerlo; más yo no puedo creer que Jesús haya existido desde el principio (que no existe) y que de un dia para otro Dios puso a Jesús en su trono y a Lucifer le dio celos.
Si eso sucedió así, entonces ¿de donde salió Jesús? ¿Acaso Dios concebió a Jesús ese día? ¿O Dios esperaba el momento preciso para coronar a Jesús? ¿Y por que coronarlo? ¿Porqué poseer un trono? ¿Que tiene que gobernar Dios en el Cielo? ¿Un País? ¿Una Ciudad? ¿O TODO?
El hecho de que exista un trono y una corona significa que hay un gobierno y una política.
Lo que sucedió en el cielo, pudo haber sido simplemente el lanzamiento a gobernador del reino por parte de lucifer, un angel de Luz, un Querubín Magnifico, que se encontraba a la Diestra de Dios, pero que fué reemplazado por Jesús.
Pudo haber sido simplemente el intento de un "golpe de estado" contra Dios. ¿Y Que hizo Dios? Lo desterró a él y a todos sus seguidores.
Este hecho me hace entrar en un tema con respecto a la política de Dios.
Si califico el tipo de gobierno de Dios según nuestros parámetros, Dios es un dictador, o por lo menos un Monarca.
Dios tenía el control de todos los ángeles y de todo lo que existía o por lo menos, eso se puede pensar a travéz de las creencias cristianas.
Los ángeles todos le obedecían, y le adoraban por la eternidad, o según yo, por lo menos desde que él tomase el poder del reino.
El caso de Lucifer es estrictamente escencial para comprender que Dios no es el ser que se cree o por lo menos el que interpretan teólogos y cristianos de la biblia.
El otro caso es el de Adán y Eva.
Adán y Eva, dos seres humanos; uno creado a imagen y semejanza de Dios (lo que hace pensar que Dios es un ser varon con razgos humanos) y el otro creado de la costilla de uno (lo que hace pensar de que Dios tiene una compañera).
Los dos fueron puestos en el jardín del Edén no se para que. Los cristianos dicen que lo creó para que disfrutacen todo lo que él habia creado, pero que raro el hecho de que solo una cosa no podían disfrutar.
El fruto prohibido era el fruto más hermoso de todo el Edén, y estaba justo en el medio del Huerto.
Dios le dijo a Adán que de ese fruto no podía comer porque moriría.
¿Por qué hacer un fruto que no se puede comer y que además causa la muerte?
Los cristianos responden a esa pregunta diciendo que Dios probaba la obediencia de Adán y Eva, y que les había dado Libre Albeldrío de elegir lo que querían: La Vida o la Muerte.
¿Para que probrar al ser humano? ¿Acaso no eran seres creados "perfectos"?
Simplemente, para ver si los nuevos juguetes funcionaban bien...
Dios no tenía nada mas que hacer.... Se fué de paseo y empezó a crear todo lo que se le antojaba, hasta tener el plan perfecto para divertirse durante miles de años.
Para probar al ser humano no solo le hizo el fruto prohibido más bello que pueda existir, sino también que puso a Lucifer, o por lo menos lo dejó entrar al Edén para que los engañara, y como nada es perfecto, pues cayeron en la trampa.
Dios Tentó al Hombre desde el Principio y todavía lo sigue haciendo.
Ese es el Dios que tantos millones de cristianos y evangélicos veneran y quieren ir a adorar por toda la eternidad en el cielo, "arrodillados besandole los pies eternamente"... LOCOS..... PSICOPATAS..... Jamás en mi vida querría tal humillación y menos por toda la eternidad.... Personalmente... preferiría el Infierno....
Sobre Dios tengo mucho más que hablar, y no solo sobre él, sino también sobre los que le siguen; pero primero organizaré mis pensamientos.... voy a dormir....
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